CORPUS Centro Cultural de la Universidad de Salamanca,Bogotá


Los moldes en papel pergamino e iluminados tenuemente se encuentran colgados uno tras de otro dentro de un espacio íntimo rodeado de cortinas de plástico.En una pasarela de espejos se refleja el interior de cada uno de estos moldes creando un paisaje del mundo femenino y una reflexion sobre el cuerpo.
¿Cuál es la estructura que envuelve en realidad al ser humano y en particular a la mujer? ¿Cómo la apariencia le imprime carácter al interior? Catharina indaga, desde lo cultural y desde lo sensorial, con una intención crítica, en la validez del afeite y en la complejidad del maderamen de la feminidad. La pesquisa reconstruye la lógica de lo subjetivo y la discute, para desembocar en el análisis ecuánime de un raciocinio extraño y recóndito. La mirada de la artista parte de los sentimientos, de los recuerdos, de los pensamientos y de la tergiversación, para converger en una cavilación profunda sobre el caos de lo entrañable y su expresión física, que se traduce en el develamiento de unas voces capaces de reclamar el derecho del cuerpo a ser un territorio habitado y común que se pronuncia, que escucha, que es pensado y que es construido para irradiar, en lo que pareciera una paradoja, un contexto sin maquillajes ni afeites. La experimentación y el quehacer de la creadora no permiten vacilaciones: por encima de modas, de tendencias, que suelen apestar a trasnocho y, sobre todo, de preconceptos, le plantean a la perspicacia del observador un desafío elaborado con imágenes limpias, casi yermas, cuyo atrevimiento no requiere de argumentaciones artificiosas para hacer patente una intención.
FERNANDO TOLEDO
Ciro Roldán
El cuerpo desnudo de los seres humanos - nacido libre de ataduras - parece encadenado en todas partes. Desde el momento mismo en que sus vestimentas lo despojaron de su libre movimiento-el movimiento libre de sus órganos- hasta aprisionarlo dentro de rígidas armaduras , desde entonces el cuerpo encadenado se escindió entre un adentro y un afuera. La presión del afuera - igual que si fuera su prisión - no sólo ciñó una cintura y modeló su talle sino que atrapó sus órganos hasta reducirlos a fortalezas vacías cuyas formas sofocan el libre juego de sus sentidos.
Esta prisión del cuerpo llegó a su límite cuando la moda impuso a la mujer de la era victoriana un corsé similar a las armaduras portadas por los caballeros medievales durante la oscura edad media. El adentro quedó tan sometido al afuera de su vestimenta que la apariencia imaginaria empezó a dominar sobre lo real del cuerpo. El valor de uso de los órganos y los sentidos fue sofocado por su valor de cambio. Y el precio que hubo de pagar el cuerpo fue el costo de su mismo disfrute y de su libre andadura a expensas de su envoltura exterior.
El arte – la artista, Catharina Burman, que yace detrás de esta obra - ha llevado hasta el extremo límite de la forma esta imposible armonía del cuerpo y su entorno. Aquí ha desaparecido el adentro y el afuera y se han vuelto una misma cosa. Pareciera inexistente su límite .....Sólo unos pelos se escapan de la bestia amaestrada entre los intersticios de su armadura como si esos restos de vida siguieran saliéndose por entre las hendiduras de su corsetería. Es apenas un resto resistente.... pero un resto de goce que puja por no morir entre las redes de su prisión.